Parte del texto:
Carlos Díaz y Fredy Cancino. Italianos en Chile. Breve historia de una inmigración. Santiago, Documentas, 1988.
Capítulo Primero
Los italianos en la conquista de Chile.
Los antecedentes indican que los primeros italianos que llegan a Chile son Pascual Genovese, maestro y piloto, junto a Juan Zurbano. Ambos figuran entre los que proclaman gobernador a Pedro de Valdivia –quien fuera el conquistador de Chile- en junio de 1541.[i] En septiembre de 1543, junto con los auxilios que arriban al territorio chileno, concretamente al puerto de Valparaíso, a bordo de la nave Santiaguillo, resalta la figura del capitán, piloto genovés, Juan Ambrosio Justiniano.
Sin embargo, la actuación de los nombrados conquistadores de ascendencia italiana es opacada por la figura de Juan Bautista Pastene, quien se mostrará como el más destacado italiano que llega a Chile durante el período de la Conquista.
Juan Bautista Pastene [ii]
Pastene, oriundo de Génova, fue enviado por el gobernador del Perú con el propósito de vigilar la probable entrada de barcos franceses por el Estrecho de Magallanes. Conducía en su navío, el San Pedro, algunas mercaderías con las que la autoridad limeña pretendía realizar importantes negocios en el territorio de Chile.
Juan Bautista Pastene arribó en mayo de 1544.
En consecuencia, habían transcurrido para los castellanos casi tres años de incesante lucha con los aguerridos e indómitos nativos. Solamente habían conseguido doblegar a la población aborigen del valle central, cuestión que a los conquistadores les costó –entre otras- la reducción a escombros de la villa fundada el 12 de febrero de 1541, bautizada por Pedro de Valdivia como Santiago del Nuevo Extremo. Más al sur, los asentamientos construidos por los españoles estaban expuestos, permanentemente, a los ataques de los aborígenes que moraban más allá de los márgenes del río Biobío.
El marino genovés había tenido una destacada participación en la conquista del Perú, donde prestó sus valiosos servicios a Francisco Pizarro, conquistador de aquellas tierras. En Chile sus méritos le significarán el nombramiento de Teniente General de la Mar, es decir, el máximo rango naval.
Pedro de Valdivia, conocedor de la capacidad de Pastene, le comisiona la exploración de la costa del país. Esta expedición marítima, comandada por el marino italiano, alcanzó la latitud 41º sur, vale decir, hasta los alrededores del actual río Valdivia. Con posterioridad cumplió con la delicada misión de ir al Perú en busca de más hombres, caballos y armas; auxilios que permitirían continuar con los ingentes esfuerzos por consolidar la presencia hispana en esta región.
Inicia el viaje en septiembre de 1545. Después de una infinidad de problemas a los que tuvo que enfrentarse, todos ellos provocados por la situación de guerra civil en que se hallaban los conquistadores del rico Imperio Inca. Pastene logra regresar. Retorna en condiciones misérrimas; él y casi una docena de hombres causan gran impresión, pues vienen extenuados por el hambre, el cansancio y la fatiga.
El infatigable y leal marino no consiguió finalizar con éxito la importante misión que le encomendara Valdivia. No obstante, sus esfuerzos se vieron recompensados más tarde, cuando el gobernador le otorgó una encomienda.
La labor de este primer italiano en Chile no termina allí. En los años siguientes Pastene continuó actuando en la historia de la Conquista.
En 1549 le corresponde dirigir una expedición naval que llevó socorros a los españoles que combatían en pleno corazón del territorio mapuche.
A la muerte de Valdivia, Pastene es nombrado –por García Hurtado de Mendoza (sucesor de Valdivia en la gobernación de Chile)- Capitán por la Mar. Dicho título equivale al que le fuera concedido por el primer gobernador. De esta se puede apreciar cómo le eran ratificadas la confianza y reconocidos los méritos de que gozaba. El siguiente paso de este antiguo compañero de Valdivia fue iniciar la carrera política.
Con los méritos que Pastene ostentaba tuvo también en la política una destacada labor. Ocupó el cargo de regidor del Cabildo de Santiago los años 1548, 1551, 1553, 1557 y 1568; posteriormente fue nominado Alcalde interino y el mismo cargo como titular lo ejerció el año 1564.
Juan Bautista Pastene, se unió en matrimonio con Ginebra de Cejas, hija de Vicencio Pascual.[iii] De este enlace nacieron cinco hijos: Tomás, Francisco, Pedro, Juan y Ana María. Cada uno, al igual que su ilustre padre, destacó en las distintas actividades que emprendieron. Todos ellos se unieron en matrimonio con las familias más conspicuas de la época.
Tomás, el primogénito, siguiendo el ejemplo de su progenitor, ocupó el asiento de regidor del Cabildo de Santiago en 1575. Por su parte, Francisco, fue a educarse a Lima, en donde cursó teología y leyes, convirtiéndose en abogado. Es quizás uno de los primeros criollos que logró transformarse en Lima en Licenciado. Francisco “buscó una esposa más italiana que él; tal fue la hermosa doña Catalina Justiniano, hija del piloto y comerciante Vicencio Pascual y de doña Jerónima Justiniano, la cual era hija del genovés Juan Ambrosio Justiniano…” [iv] El capitán Pedro de Pastene, el menor, tuvo una destacada actuación en la guerra de Arauco. Entre sus importantes cargos fue corregidor de Villarrica, esto en el año 1586; años después ocupó este mismo cargo en la ciudad de Coquimbo. Encontrándose en la localidad nortina, se casó con una ilustre heredera, María de Aguirre y Matienzo, nieta del gobernador Francisco de Aguirre.
El otro varón hijo del insigne marino genovés, se hizo religioso franciscano. Con el nombre de fray Juan, ejerció como guardián del convento de la congregación en la ciudad de Valdivia, así como de otras casas que mantuvo la Orden.
La única hija de Juan Bautista Pastene, Ana María, se unió en matrimonio con el militar y político español, Diego de Morales, “sin duda el más caracterizado de los encomenderos de aquella ciudad (La Serena) en su época…” [v]
Por lo antecedentes mencionados, no cabe duda que la descendencia de Pastene, el más sobresaliente de los conquistadores de ascendencia italiana, se emparentó con las familias más ilustres de la época.
Otros conquistadores de ascendencia italiana
Hacia 1554 el monarca español nombraba partícipe de la Real Hacienda (Tesorero) al italiano Vicencio di Monti, que castellanizó su apellido en “de Monte”. Este funcionario ocupó el cargo transcurridos tres años después del nombramiento, y lo ejerció durante toda la gobernación de Pedro de Valdivia. Se presume que, por vinculaciones de tipo familiar, alcanzó una alta posición en la sociedad.
Por esos años apareció Agamenón de Neli, nacido en Siena, quien habría sido “nombrado por Valdivia alférez general del reino, cargo importantísimo y que sólo se daba a personas de gran posición social y de conocido valor”. [vi]
No obstante los méritos que pueden exhibir éstos y otros conquistadores de origen italiano, ha quedado registrado por la pluma de Ercilla, el autor del inmemorable poema épico La Araucana, solamente Juan Andrés de Nápoles. De Nápoles es llamado por el poeta, “el Hércules de la conquista”. Este militar nació en Lombardía y llegó a Chile en 1550.
Importante también es citar a otros italianos presentes durante el período de la Conquista. Así encontramos a Andrés Francesco, muerto por los mapuches, a Guillermo de Nizza y a su hermano Antonio, a Juan y Pedro de Malta, a Lorenzo Genovés, a Juan Bautista Garibaldo y a Juan Ambrosio Scalafernna.
La cantidad de conquistadores de ascendencia italiana que es posible observar durante la Conquista de Chile, si bien resulta a todas luces apreciable, no debe interpretarse de modo alguno en el sentido de que habría existido una suerte de “colonia”, ni mucho menos. Esto porque su número –en comparación con los españoles- resulta ser muy reducido. Recuérdese las rígidas disposiciones impuestas por la Corona hispana respecto a la pasada de extranjeros a sus dominios de las “indias”. Asimismo, resulta comprensible que la mayoría de los conquistadores que arribaron a Chile fueran marinos y genoveses, ya que la fama de estos hijos de Italia, así como de aquellos nacidos en los grandes puertos, les abren plazas en los navíos de la Corona Española.[vii]
