Publicado originalmente en: Posición (Temas y argumentos del socialismo moderno), N° 1 Junio-Julio 2007, pág. 2.
El Intento de Derrocar a un Dictador. El vuelo del Avión Rojo
Carlos Díaz Gallardo
En 1927, gobierna el país uno de los políticos más astutos, con sentido de oportunidad y amante del poder: Carlos Ibáñez del Campo. Otro caudillo ostenta similares características: el León de Tarapacá, Arturo Alessandri Palma. Ibáñez, exhibe su olfato político y oportunismo al “desalojarlo” de La Moneda en 1925 y, posteriormente, enviarlo al exilio.
Ibáñez, desde el poder, consigue la colaboración de algunos dirigentes gremiales y políticos de pasado disímil, como antiguos militantes comunistas, anarquistas o alessandristas, mientras por otro lado, con mano de hierro, vigila, relega y exilia a sus opositores quienes desde el otro lado de los Andes y desde la vieja Europa, urden conspiraciones para derrocarlo.
Los exiliados en Buenos Aires, en su mayoría, seguidores del León constituyen comités revolucionarios. Entre los más decididos están Horacio Hevia, Pedro León Ugalde y Carlos Vicuña Fuentes. Los que sufren un exilio dorado, forman un comité ejecutivo financiero, integrado por el propio Alessandri, junto con los potentados Gustavo Ross Santa María y Agustín Edwards Mac-Clure que nunca pusieron un peso para solventar los gastos propios de la revolución.
Marmaduque Grove
Las conspiraciones para derribar al dictador se sucedían, especialmente, en la imaginación de quienes tejían uno u otro plan, hasta que las circunstancias hicieron que se sumara Marmaduque Grove.
Grove, como líder militar había protagonizado, junto con Ibáñez, los movimientos de los oficiales del ejército durante los años 1924-25. En aquellos sucesos, había mostrado decisión y valentía, pero escasa astucia política para autoproclamarse depositario y representante del espíritu de los movimientos militares, cuestión que sí hizo Ibáñez.
El 31 de julio de 1928, Grove recibió una comunicación que lo cesaba en sus funciones en París. Al día siguiente, lo dieron de baja del Ejército. En mayo de 1929 llegó a Buenos Aires, incorporándose a las actividades conspirativas. En febrero de 1930, Guillermo García Burr y Aurelio Benavente —ambos del comité revolucionario de Santiago— viajaron a Concepción y se contactaron con oficiales de la guarnición. Alrededor de un centenar de ellos afirmó estar por derrocar la dictadura de Ibáñez. Concepción era, por tanto, el punto ideal para iniciar las acciones.
García Burr se trasladó a Buenos Aires. Informó de la situación y entregó el plan elaborado por el comité revolucionario de Santiago: el general Enrique Bravo debía viajar por tierra a Concepción para llegar antes del 17 de septiembre de 1930 y liderar la insurrección. Bravo y Grove desecharon el plan e idearon otro: llegar en grupo y en avión a Concepción. Recursos no tenían. Entonces el general Bravo se entrevistó con el periodista argentino Natalio Botana, propietario del diario Crítica. Este contribuyó para arrendar un avión Fokker, conocido por su color como el Avión Rojo.
Y el avión rojo voló
Según el plan, en el avión debían arribar los cabecillas de la conspiración: Grove, el general Bravo, y los civiles Carlos Vicuña Fuentes, Luis Salas Romo y Pedro León Ugalde.
En Concepción la mayoría de los oficiales del regimiento Chacabuco, estaban comprometidos para alzarse en contra del régimen. La fecha para la insurrección: vísperas de Fiestas Patrias. Sin embargo, los líderes del complot no pudieron levantar vuelo hasta el 20 de septiembre, demasiado tarde. Los jefes y oficiales de la guarnición penquista, como buenos patriotas, habían esperado hasta el 17, fecha en que despacharon las tropas con vacaciones de Fiestas Patrias. El levantamiento debería esperar hasta el día 24.
El avión rojo aterrizó en las cercanías del hipódromo de Concepción, el 21 de septiembre. A los jefes del levantamiento no los esperaba nadie. Ante esta situación, deciden visitar en sus propias casas a los oficiales comprometidos en la insurrección. Uno de ellos, el general José María Barceló Lira, jefe de la III División del ejército, vio el aterrizaje del avión, mientras observaba correr los pingos y le manifestó a su segundo que se iba a Santiago, para no tener nada que ver con que sucedía en Concepción y que su segundo decidiera por su cuenta y riesgo lo que estimara conveniente.
El fin de la aventura
Sin apoyo, Grove y sus acompañantes, se resignan al fracaso. Apresados por los mismos oficiales comprometidos en derribar al gobierno, son juzgados por una Corte Marcial, pero antes que se conozcan los fallos, Grove y el general Bravo son relegados a la Isla de Pascua, desde donde se fugan para llegar a Francia el 26 de julio de 1931, el mismo día en que en Chile el general Carlos Ibáñez del Campo es obligado a abandonar el poder.
Los protagonistas de la aventura del Avión Rojo, nunca pudieron imaginar que la historia, en ocasiones, reserve algunas sorpresas irónicas, como El de hacer coincidir su arribo a Europa, después de sufrir un sinfín de peripecias, con la caída de Ibáñez, el dictador que quisieron derrocar.
Dos años después, desde el 19 de abril de 1933, fecha de su fundación, Marmaduque Grove estaría entre los primeros militantes del Partido Socialista de Chile.
